La primera de las medicinas, y la base del despliegue de la conciencia, es la capacidad de habitar nuestro cuerpo: de sentirlo, de enraizarlo, de darle base, de ponerlo en sintonía inteligente y precisa con sus apoyos. En la densidad del cuerpo se materializan los niveles más profundos y sutiles de nosotros mismos.
Desde la perspectiva de Cadenas Musculares GDS, esta facultad sensitiva y de escucha corporal la asociamos a la Familia de Músculos AM (antero-mediana).
Los músculos de la familia AM nos permiten enraizarnos en la tierra cuando estamos de pie mediante el desbloqueo de las rodillas, lo cual será la base de una columna vertebral bien posicionada: con la octava vértebra dorsal (a la altura del ángulo inferior del omóplato) en la cima de la cifosis dorsal.
Son también los músculos de las cadenas antero-medianas o AM los que posibilitan la posición fetal, una posición de auto-centrado inmóvil muy ligada a la escucha interna y al contacto sensorial propioceptivo, es decir, a la capacidad percibir la posición de nuestras articulaciones y segmentos corporales entre sí, sin necesidad de la vista. Desde esta escucha enraizada podemos conectar con nuestras necesidades, sin exagerarlas ni negarlas, y aprender a cuidarnos y cuidar, a nutrirnos y nutrir.
La acción de los músculos de la cadena AM expresan el enraizamiento, la sensibilidad y la interioridad, en sintonía con el arquetipo materno, con aquello que es capaz de hacer contacto, para nutrir y proteger desde esta simbiosis y no desde el intelecto, es decir, desde lo que creo que necesita el otro. AM resuena con lo conocido, con lo que nos da forma, pertenencia y raíces, y será la base de la futura conciencia diferenciada.
Por más que seamos luz, nuestro compromiso es con la forma. No se trata de escapar de una tierra hostil y desacralizada hacia el paraíso perdido, sino de labrar este planeta con la inspiración del cielo. Con una nueva sensibilidad y una nueva inteligencia que penetre en lo más denso y concreto hasta modificar su vibración.
Una parte de nuestra atención debería poder habitar el cuerpo permanentemente, garantizar su entrega a la Tierra a través del entramado de nuestro esqueleto instante a instante. Esta presencia se traduce en un buen tono muscular, es decir, un cuerpo relajado, consciente de la solidez del esqueleto y de los apoyos que lo reciben.
El contacto con el cuerpo, nuestro primer hogar, nos trae al aquí y al ahora, al famoso momento presente: el cruce entre la horizontal y la vertical y la puerta de entrada a la sincronicidad. Habitar el cuerpo es un estado semi-meditativo en donde somos conscientes de su postura, de su peso, de su volumen, de sus límites y del esqueleto sobre el que se construye.
La propuesta en esta primera práctica es entrenarnos en este contacto mediante la atención, la percepción y la pasividad corporal, es decir, la capacidad para soltar, para dejar de retener. Más adelante, esta misma habilidad será la base para la gestión y la trascendencia del dolor emocional.
Túmbate en el suelo sobre tu espalda y explora tus APOYOS y tus diferentes «CAPAS»:
- La conciencia de tus APOYOS te da la seguridad de soltar, de entregarte al suelo, de dejarte sostener por la Tierra. Los apoyos son la clave de la relajación, del enraizamiento y de tu libertad respiratoria. En todo momento debes tener claro dónde te estás apoyando.
- Los LÍMITES de tu cuerpo los define la sensibilidad de la piel que te rodea, la cual te delimita como individuo al tiempo que te comunica con el «exterior».
- Tu ESPACIO INTERNO es el volumen de tu cuerpo: el espacio que queda contenido dentro de tu piel.
- Tu SOLIDEZ reside en el esqueleto alojado en la profundidad de tu espacio interno. Sobre el firme armazón de tus huesos se construye todo lo demás.
¡Qué disfrutes del relax y el descubrimiento!
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